AGRADECE AL SEÑOR POR SUS PEQUEÑAS BENDICIONES
Un
monje errante se mudaba de un lugar a otro como lo establecía el Código
de su Orden Religiosa. Fue así como
llegó una tarde a un pueblo. Sin embargo, ningún habitante del pueblo estaba
dispuesto a darle comida o refugio. Cansado y con hambre, se ubicó debajo de un
árbol para pasar la noche. Antes de quedarse dormido, oró con profunda
reverencia y sentimiento de gratitud.
Un devoto que pasaba por allí lo vio y
oyó. Con respeto, se acercó al hombre sagrado y dijo: “Señor, todos los
habitantes del pueblo te han negado comida y refugio. Pareces cansado y
famélico. ¿Cómo puedes, a pesar de todo, acordarte de orar? ¿Qué te ha dado el
Señor por tus buenos actos? ¿De qué tienes que estar tan agradecido?”
El monje respondió con calma y
alegremente, “¡Mi buen hombre! Con más razón es por eso que no olvido a mi Buen
Señor. Necesito tener hambre hoy, y Él me lo ha otorgado; no debía dormir en
una casa acogedora y Él se encargó de que así lo fuera. Él sabe mejor lo que
deseo, lo que merezco y lo que es mejor para mí. Alabado sea el Señor por Su
Gracia.”
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